En el vasto horizonte energético de México, la generación distribuida emerge como un pequeño gran gigante, imparable. A primera vista, las cifras del primer semestre de 2024 pintan un cuadro de progreso innegable. Con una capacidad total instalada de 3 mil 891.22 Megawatts y un total de 460 mil 896 contratos de interconexión, este sector no sólo ha demostrado su viabilidad, sino que se ha consolidado como una pieza clave en el mosaico energético del país.
La esencia de la generación distribuida radica en su descentralización. Es un concepto simple pero poderoso: en lugar de depender de grandes plantas generadoras de energía, se utilizan múltiples fuentes, más pequeñas y desagregadas. Esta red distribuida no sólo aumenta la resiliencia del sistema eléctrico, sino que también democratiza la producción de energía, permitiendo que empresas y hogares participen activamente.
Las estadísticas reflejan un crecimiento impresionante en la última década. Desde las primeras solicitudes de interconexión en 2007 hasta el presente, el aumento ha sido exponencial. Este crecimiento no es fortuito; responde a un cambio de paradigma donde la autosuficiencia y la sostenibilidad energética se vuelven prioritarias. Cada nuevo contrato de interconexión derivado de un nuevo proyecto de generación distribuida es un paso hacia un futuro más verde y autosuficiente, y México ha demostrado ser terreno fértil para esta revolución.
La energía solar fotovoltaica lidera el camino con una capacidad instalada de 3 mil 866.83 Megawatts y 460 mil 608 contratos. Este dominio no es sorprendente, dado el enorme potencial solar del país. Los techos de las empresas se han transformado en plantas de energía, capturando los rayos del sol para convertirlos en electricidad limpia. Es una visión que, hace unas décadas, hubiera parecido utópica y hoy, es una realidad palpable.
Sin embargo, la historia no termina con la energía solar. Aunque en menor medida, otras tecnologías como la eólica, la hidroeléctrica, y el biogás también juegan un papel. Cada kilowatt-hora generado por estas fuentes es un testimonio de la diversificación y la innovación que caracterizan a este sector. La apuesta por una mezcla de tecnologías asegura no sólo la sostenibilidad, sino también la estabilidad del suministro energético.
Pero no todo es un camino de rosas. Los desafíos son muchos y variados: desde la regulación y el financiamiento hasta la educación y la concienciación pública, cada aspecto requiere atención y acción decidida. Sin embargo, la dirección está clara y los avances son tangibles. La generación distribuida en México no es una moda pasajera; es una transformación profunda y duradera del paisaje energético.
La generación distribuida también ofrece beneficios económicos significativos. Al reducir la dependencia de combustibles fósiles y grandes plantas de energía, se disminuyen los costos operativos y se crean nuevas oportunidades de negocio. Las empresas, al poder generar su propia electricidad, encuentran una ventaja competitiva y una mejora económica derivada de ahorros energéticos en sus operaciones. Además, se fomenta la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías, creando un ecosistema vibrante y dinámico.
Por todo lo anterior, la generación distribuida en México es más que una tendencia, es una revolución. Las cifras del primer semestre de 2024 suman a esta historia próspera. En cada panel solar instalado, en cada contrato de interconexión firmado, se escribe un capítulo más de esta narrativa de cambio y progreso.
México ha tomado las riendas de su futuro energético, y lo está haciendo de manera imparable.