Algo está pasando en Pemex, no es casualidad el reciente reclamo que lanzaron las empresas Hokchi Energy y Backer Huges por retrasos en diversos pagos que suman más de 180 millones de dólares, lo que pone sal en la herida del urgente tema sobre la falta de solvencia financiera de la empresa.
Al cierre del segundo trimestre de este año, Pemex generó un EBITDA de 93.4 mil millones de pesos, que son los ingresos después de impuestos y otros conceptos. Al comparar este indicador en proporción de la deuda total de la compañía, por 1.8 billones de pesos, resulta que las deudas representan 19 veces su EBITDA.
Esta comparación revela que la compañía no está generando suficientes recursos para solventar sus gastos.
El problema de Pemex es que su tamaño como empresa está creciendo, pero no al mismo ritmo que su capacidad para generar ingresos.
La compra de Deer Park y la construcción y puesta en operación de Dos Bocas, representan gastos operativos considerables que se suma a los costos, el pago de impuestos y otras obligaciones que la empresa debe atender.
El flujo de caja de Pemex también es otra historia de espanto, ya que a lo largo de este sexenio los recursos disponibles en efectivo disminuyeron en 21 por ciento.
Así, en 2018 Pemex tenía disponibles 81.9 mil millones de pesos, y al cierre de la primera mitad de este año esa cantidad se redujo a 64 mil millones de pesos.
¿A dónde se fue ese dinero? La transparencia de la empresa tiene sus límites.
A Pemex no le queda de otra que seguir pidiendo dinero a Hacienda, como sucedió recientemente, o enfrascarse en más créditos que obtiene a tasas altas por el castigo que le han dado las calificadoras.
La petrolera cuenta con líneas de crédito revolventes para administración de liquidez hasta
Pemex es una carga para las finanzas públicas, la estrategia de apoyos ha tenido un limitado impacto que no se ha visto traducido en una mayor rentabilidad.
El próximo gobierno tendrá que analizar qué medidas implementará para darle mayor viabilidad económica, ya que la política de apoyos es insostenible en el largo plazo.
Una de las opciones podría ser vender activos y unidades de negocio poco rentables, pero ello representa una decisión muy polémica y costosa desde el punto de vista político. La cosa no está nada fácil.
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