México se encuentra en un momento determinante en materia energética. Los apagones registrados en diversas regiones del país durante los últimos años son el resultado de tensiones acumuladas: una red de transmisión rezagada frente al crecimiento industrial, una capacidad de generación presionada por fenómenos climáticos extremos, y una demanda cada vez más voraz, impulsada por la digitalización y el auge del nearshoring. Sin embargo, el panorama no es exclusivamente adverso. Hoy se trazan rutas estratégicas que ofrecen una oportunidad tangible para construir un sistema más resiliente, autónomo y sostenible.
Según el Programa de Desarrollo del Sistema Eléctrico Nacional (PRODESEN), mientras que la demanda eléctrica nacional crece entre un 2.5% y 4% anual, la expansión de la red de transmisión ha sido menor al 1.5% por año en la última década. Este desajuste ha provocado saturaciones en regiones industriales clave como el Bajío y el norte del país. En respuesta, el Gobierno federal ha puesto en marcha el Plan de Fortalecimiento y Expansión del Sistema Eléctrico Nacional 2025-2030, que contempla más de 22 mil millones de dólares para desarrollar 51 proyectos de generación que aportarán 22 mil 674 megawatts, así como la modernización de la Red Nacional de Transmisión mediante 65 proyectos adicionales con una inversión estimada de 46 mil 611 millones de pesos.
Al mismo tiempo, el cambio climático representa un desafío estructural. Las olas de calor deterioran la infraestructura eléctrica al sobrecalentar equipos y reducir su eficiencia, mientras las sequías prolongadas limitan la generación hidroeléctrica. Incluso la eólica, especialmente en regiones como el Istmo de Tehuantepec, ha mostrado variaciones ante patrones de viento inusuales.
En este contexto, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) invertirá 15 mil 541 millones de dólares en 25 nuevas plantas con una capacidad conjunta de 15 mil 446 megawatts. Esta expansión se enfocará en tecnologías limpias: solar, eólica, cogeneración y almacenamiento con baterías, como parte de una estrategia para aumentar la firmeza del sistema sin abandonar la sostenibilidad.
Por su parte, la demanda energética no da tregua. El crecimiento acelerado del sector manufacturero —alimentado por el nearshoring, el establecimiento de centros de datos, y la expansión de la inteligencia artificial— proyecta aumentos anuales del 5% al 7% en el consumo industrial hasta 2030. Para anticipar ese crecimiento, el Gobierno ha presentado el Plan México: un portafolio de 2 mil proyectos con una inversión total de 277 mil millones de dólares, enfocados en sectores clave como el automotriz, farmacéutico, aeroespacial y agroindustrial. Esta transformación demanda un sistema eléctrico no solo más robusto, sino también más flexible y descentralizado.
En este nuevo escenario, las redes privadas de energía —generación distribuida, sistemas de almacenamiento (BESS), suministro calificado— se posicionan como pilares esenciales de resiliencia. Datos de la Asociación Mexicana de Parques Industriales (AMPIP) revelan que los microcortes eléctricos provocan pérdidas por hasta 72 mil millones de pesos al año, a través de daños en equipos, interrupciones operativas y desperdicio de producción. Frente a este riesgo, soluciones como los contratos de suministro energético privado (PPA), combinados con almacenamiento y control inteligente de carga, ofrecen una respuesta eficaz, capaz de reducir costos operativos entre un 20% y 30%, mientras aseguran continuidad en entornos industriales críticos.
La experiencia internacional también ofrece lecciones valiosas. El 28 de abril de 2025, un apagón masivo afectó a España, Portugal y el sur de Francia, tras la desconexión repentina de 15 gigavatios de generación eléctrica en apenas cinco segundos. Este evento —agravado por una baja participación de generación síncrona y oscilaciones de tensión previas— puso en evidencia la necesidad de reforzar los sistemas con tecnologías de respaldo. Aunque se apuntó a la alta penetración de energías renovables como un factor que pudo debilitar la inercia del sistema, el verdadero aprendizaje reside en que las fuentes limpias no son sinónimo de fragilidad si se acompañan de almacenamiento, gestión de la demanda y diseño inteligente de red. Es allí donde la innovación tecnológica y la previsión operativa se vuelven tan necesarias como la generación misma.
México debe encarar este desafío con visión de largo plazo. Las microrredes no solo complementan la red nacional, sino que representan una evolución lógica hacia un sistema energético más autónomo, eficiente y resiliente. En Energía Real, creemos que el futuro se construye con datos, estrategia y una profunda comprensión de los retos. Y por eso, defendemos que cada empresa tenga la capacidad de operar con luz propia, incluso en los momentos más críticos. Porque en la transición energética, no basta con encender la luz: hay que asegurarse de que nunca se apague.
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