La evidencia es contundente. Como en la última década, este 2018 registró temperaturas récord. Los incendios en California y los huracanes que devastaron muchos países caribeños el año pasado son tan sólo las muestras más visibles y desgarradoras de los efectos del cambio climático.
Este año también, un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, compilado por cientos de científicos de todo el mundo, alertó que las emisiones tendrían que disminuir en casi la mitad para el año 2030; es decir en 11 años, a fin de estabilizar el aumento de la temperatura a no más de 1.5 grados centígrados por encima de los niveles pre-industriales. Hoy, ya alcanzamos un grado centígrado y más de 7.6 mil millones de personas alrededor del mundo son afectadas por los impactos climáticos.
En este contexto, se esperaba que las negociaciones climáticas en Katowice, en la COP24, tuvieran resultados contundentes para definir el “libro de reglas” del Acuerdo de París, que se logró hace tres años. En dicho acuerdo, se alcanzó un consenso generalizado, en el que 195 países aceptaron no sólo que los gases de efecto invernadero estaban calentando peligrosamente el planeta, sino también que cada país, desarrollado y no desarrollado, asumiría compromisos voluntarios para reducir las emisiones y estabilizar el aumento de la temperatura muy por debajo de los dos grados centígrados en niveles preindustriales. Pero el equilibrio fue tenue y se dejaron los detalles para definirse antes de 2020, cuando entra en vigor el Acuerdo de París.
En Katowice, se lograron acuerdos mínimos, para establecer las reglas mínimas, universalmente aceptadas, sobre las metodologías de medición, los tiempos de reporte, los avances y el aumento de los compromisos y la transparencia en torno a las contribuciones nacionales para reducir emisiones. Sin embargo, quedaron pendientes el aumento del financiamiento y las reglas de mercado, que pueden dar los incentivos y la flexibilidad para que tanto los países como el sector privado inviertan en la reducción de emisiones. En Katowice, se mantuvo el proceso negociador y el equilibrio tenue que se logró en París.
La cuestión es que, ante el llamado de la comunidad científica, estas negociaciones y acuerdos son necesarios, más no suficientes. Las emisiones están aumentando desde 2017, particularmente en las dos economías más grandes del mundo, Estados Unidos y China. Aun si se cumplieran las promesas voluntarias del Acuerdo de París, Climate Action Tracker estima que el mundo llegaría a los 3.3 grados centígrados, con consecuencias catastróficas, no para el planeta, sino para la humanidad. Otros países están retrocediendo en sus compromisos, como es el caso de Brasil y Australia.
Naciones como Alemania y China que se han comprometido a aumentar significativamente el uso de energía renovables, tienen dificultades para reducir el uso del carbón para la generación de electricidad. Con la elección de Trump, Estados Unidos amenazó con salirse del Acuerdo de París para 2020. El mundo en su conjunto no está cumpliendo sus objetivos en el marco del pacto de París.
Pero hay esperanza. En 2017, se añadieron casi 200 GW de energía renovable en el sector eléctrico, más de la mitad en los países en vías de desarrollo. Los eventos paralelos en la conferencia climática mostraron que la sociedad, los gobiernos subnacionales y de ciudades, así como el sector privado están tomando acciones claras y desarrollando soluciones innovadoras para reducir las emisiones de gases efecto invernadero.
Está por ejemplo la Alianza Climática de Estados Unidos, una coalición bipartidista de 17 gobernadores comprometidos con la reducción de emisiones que sean consistentes con las metas de Acuerdo de París. En Katowice, Reino Unido lanzó la iniciativa Manejando el Cambio Juntos, una iniciativa de electromobilidad, a la que se sumaron 38 países y 1,200 empresas. El gigante transportador marítimo Maersk se comprometió a ser neutral en carbono para 2050. Dos de las ciudades más grandes de Australia, Sydney y Melbourne, se comprometieron a dejar de usar el carbón, como parte de la Alianza Powering Past Coal.
De México, los gobiernos de Yucatán, Quintana Roo, Jalisco y Oaxaca se han comprometido a emprender distintas acciones para proteger los bosques, reduciendo las emisiones de gases efecto invernadero al tiempo que incrementan la resiliencia de las comunidades. Muchas personas también han contribuido con acciones que están teniendo un impacto, como es el caso de Tony Rinaudo, quien ha regenerado, a través de su técnica de regeneración natural, más de seis millones de hectáreas, un área casi tan grande como Tasmania, plantando más de 240 millones de árboles. Como bien dijo el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, tenemos las soluciones, tenemos la responsabilidad moral de actuar.
Colaboración especial de Isabel Studer, Directora Ejecutiva, TNC-México
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