En México, el consumo diario de gasolina y diésel asciende a 207 millones de litros, lo que provoca la emisión de más de 550 mil toneladas de dióxido de carbono equivalente (tCO₂e), generando el desplazamiento de cerca de 880 mil toneladas de oxígeno, según un análisis realizado por el consultor energético Ramsés Pech.
El fenómeno ocurre porque el dióxido de carbono, al concentrarse en mayor proporción en la atmósfera, desplaza al oxígeno, lo que degrada la calidad del aire que entra en los pulmones de los mexicanos.
A este efecto físico-químico se suma la emisión de monóxido de carbono y otras partículas contaminantes derivadas de una combustión incompleta, especialmente grave en vehículos con tecnologías obsoletas.
“La edad promedio del parque vehicular mundial ronda entre los 12 y 16 años, lo que implica un deterioro natural en la eficiencia de combustión. Esto significa más combustible consumido por kilómetro recorrido y mayor contaminación”, advierte Pech en el documento titulado Calidad del aire en México sin futuro.
La situación se agrava en zonas metropolitanas como Monterrey, Guadalajara o el Valle de México, donde la altitud reduce la presión parcial del oxígeno, dificultando aún más una combustión eficiente y elevando la cantidad de contaminantes en el aire.
En una prueba piloto realizada en Nuevo León, vehículos del transporte público operaron con E85, una mezcla compuesta por 85% de etanol y 15% de gasolina. Los resultados fueron contundentes: las emisiones se redujeron entre 40 y 55% en comparación con la gasolina Magna de bajo azufre, además de lograr un ahorro de entre 3.50 y 3.80 pesos por litro.
Pech estima que, si todo el parque vehicular de Nuevo León usara E85, se evitaría el desplazamiento de hasta 12 millones de toneladas de oxígeno al año, lo que mejoraría sustancialmente la calidad del aire.
“México debe asumir el reto de integrar biocombustibles como el etanol en su sistema energético, comenzando por el transporte público. Esto requiere subsidios para kits de conversión, infraestructura para su distribución y un plan de transición tecnológica”, plantea el experto.
Aunque los combustibles fósiles seguirán siendo parte del sistema energético, el estudio propone una ruta clara para su evolución: combinarse con oxigenantes como el etanol para reducir el impacto ambiental y mejorar el aire que respiran millones de personas, añade.
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