La fecha es 23 de noviembre de 2018, es la última semana de Enrique Peña Nieto como Presidente de México y también fue el día en el que la Secretaría de Energía (Sener) publicó por última ocasión los distintos documentos denominados “Prospectivas del Sector Energético”, asociados a temas de Energía Renovable, Gas Licuado de Petróleo, Petróleo Crudo y Petrolíferos, Sector Eléctrico y Gas Natural.
En estricto sentido, esta administración no incurrió en ninguna violación al suspender su elaboración, ya que la reforma de 2013 eliminó la obligación de la Sener sobre publicarlas anualmente.
El problema es que sin estos instrumentos estadísticos, es complejo para la propia Secretaría diseñar y evaluar política pública, mientras que para las empresas productivas del Estado, resulta difícil desarrollar estrategias para fortalecer su productividad y cumplir con su respectivo objeto.
Los órganos reguladores y los distintos gestores de los mercados eléctricos y de gas natural Centro Nacional de Control de Energía (CENACE) y Centro Nacional de Control del Gas Natural (CENAGAS), respectivamente pierden información oficial que deberían incorporar para el desarrollo de sus propios sistemas.
En la ausencia de información puntual sobre la oferta y demanda esperadas, tanto nacional como regional, el sector privado está limitado para analizar oportunidades de inversión productiva y estratégica.
Todo esto pareciera el menor de los problemas ante la política energética de esta administración pero no lo es, más aún, cuando este sexenio está entrando en su etapa de maduración y el futuro no es nada promisorio si se pretende que las empresas productivas del Estado carguen el peso del sector eléctrico e hidrocarburos por sí solas y sin un mecanismo de salud financiera.
Tomemos como ejemplo el caso del gas natural, aquel energético precursor de la apertura, incluso mucho antes que las gasolinas o el diésel.
En la Prospectiva de Gas Natural de noviembre de 2018, se planteó un comportamiento inercial de la demanda mexicana y estimó que se mantendría el ritmo de exploración de hidrocarburos (al final, la administración que entraba aseguraba que así sería).
La proyección a largo plazo contaba con información detallada por entidad y preveía la inclusión del gas a nuevos sitios como Baja California Sur; a la par, consideraba que los gasoductos desarrollados por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) tenderían a ‘llenarse’ para suministrar el energético a una serie de nuevos ciclos combinados.
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