Hace una década las autoridades mexicanas, en conjunto con el sector privado, echaron a andar el Buen Fin como una iniciativa que impulse el desarrollo de la economía a través de la compra de productos a precios más bajos de los que regularmente se ofertan.
Sin embargo, este factor parece jugar un doble papel al momento de realizar las compras debido a que los consumidores basan el ahorro en el pago del producto y no en los beneficios a largo plazo, principalmente en aparatos electrónicos, línea blanca y de combustibles fósiles o fuentes renovables.
Para advertir a los usuarios sobre el consumo energético y evitar reclamaciones futuras, en México se implementaron las normas de eficiencia energética (NOM-ENER), las cuales exigen a los fabricantes de los productos incluir una etiqueta visible con las especificaciones técnicas de consumo máximo y eficiencia mínima.
“La decisión de incluir la etiqueta (…) se basó en la importancia de informar al usuario final sobre el consumo o eficiencia de los productos, para que este pueda comparar entre equipos de diferentes marcas y elegir el que ofrezca un mejor desempeño energético”, detalla la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía (CONUEE) en su sitio web.
Buenos precios vs. Ahorro energético a largo plazo
A inicios de este año la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) hizo pública una lista de aparatos eléctricos que necesitan mayor carga eléctrica para funcionar, lo que incrementa la tarifa de luz en los hogares.
Consulta el texto completo en la RevistaE21 octubre-noviembre.
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