A medida que el primer Gobierno de la Cuarta Transformación se acerca a su final, resulta tentador hacer una evaluación de Petróleos Mexicanos (Pemex).
La importancia que en esta administración se le ha dado a la petrolera nacional favorece la elaboración de una cuidadosa revisión para distinguir, más allá del discurso político, lo que la empresa ha alcanzado en los últimos cinco años.
La valoración aquí propuesta parte de una premisa básica: cuando Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales en 2018, Pemex era ya un auténtico problema nacional. La caída de su producción de petróleo crudo y su situación financiera representaban, en ese año, dos de los principales inconvenientes para la compañía.
En este sentido, las cifras del 2006 al 2018 muestran un deterioro gradual y progresivo en ambos rubros.
Sobre la producción de petróleo crudo, por ejemplo, se observa una caída de 43 por ciento en ese periodo. Este pronunciado declive se explica principalmente por el comportamiento del campo Akal – perteneciente al complejo Cantarell- que, en el lapso referido, redujo su producción de un millón 700 mil barriles diarios de petróleo crudo a sólo 49 mil barriles diarios.
En cuanto a la situación financiera, en esos 12 años la deuda de Pemex se elevó 265 por ciento. El análisis de los resultados financieros de la petrolera pone de manifiesto que entre 2006 y 2018 el comportamiento de este rubro tuvo un acelerado crecimiento, principalmente en 2014, 2015 y 2016, años en los cuales la deuda se disparó anualmente 35.9 por ciento, 30.6 por ciento y 32.8 por ciento respectivamente.
Ante esta intrincada realidad, el Presidente López Obrador prometió el rescate de la empresa. Alrededor de esta osadía, desde el principio de su Gobierno hasta el día de hoy, el mandatario ha prometido públicamente incrementar su producción de petróleo crudo y apoyar a la petrolera con sus responsabilidades financieras.
A poco más de un año y dos meses para que el mandato obradorista termine, basta revisar los datos de Pemex para ver qué tanto ha cumplido la Cuarta Transformación con respecto a su promesa. Bajo ese tenor, las cifras de producción de petróleo crudo de Pemex revelan dos cosas: primero, el declive se ha detenido.
Sin considerar la producción actual, se observa que la empresa alcanzó su mínimo histórico en 2020 cuando produjo un millón 640 mil barriles diarios de petróleo crudo. A raíz de ese año la petrolera ha logrado mantener razonablemente estable ese nivel de producción. Sin embargo, nos lleva a una segunda cuestión: la perspectiva para la producción de petróleo crudo no muestra signos halagüeños.
El desarrollo de pozos en campos nuevos y la atención inmediata a problemas operativos no permiten ver cómo es que la meta de producción establecida por el propio Presidente, en dos millones de barriles diarios logre materializarse.
Con respecto al apoyo financiero a la empresa productiva del Estado, el Gobierno ha reducido su carga fiscal y la ha capitalizado a través de aportaciones patrimoniales.
Si bien estas acciones tienden a mejorar el perfil de la petrolera, la problemática financiera que envuelve a Pemex es tan grande que lo realizado hasta el momento resulta insuficiente.
Ejemplo de ello es que, a pesar de la voluntad política, la deuda financiera alcanza los 103 mil millones de dólares, representando, quizá, su mayor lastre hoy.
A manera de conclusión se puede decir que los esfuerzos del primer Gobierno de la Cuarta Transformación han permitido detener algo del deterioro de Pemex, aunque, lo realizado hasta el momento, no es suficiente para lograr que la petrolera incremente su producción de petróleo crudo y disponga de una mejor perspectiva financiera.
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Arturo es director de proyectos de energía en Akza Consultores. Se desempeñó como asesor principal
para un consejero independiente de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Estudió relaciones
internacionales en la Universidad Iberoamericana y la maestría en administración pública en el
Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).