¿Recuerdas sus nombres? Si no puedes mencionar siquiera uno, es porque rastrear el origen de este día no es algo sencillo. Yo misma me he demorado en coser esta historia y aun así me sale chueca. Ello se debe a que es difícil ver el hilo que une un texto con otro. Quiero armar este telar pero me quedan huecos, y por lo mismo, parches.
Como nieta de una costurera de Polonia, que primero emigró a Nueva York, para luego dedicar su juventud en México a la defensa de las causas obreras, debería conocer a fondo las raíces de lo que hoy se recuerda. Pero, al dedicarme a la industria energética –y no a la historia de los movimientos sociales—lo que percato en mí es un punto ciego desde dónde vino esta conmemoración, que algunos disfrazan de festejo.
En honor a la verdad, y a mi abuela Esther, me he puesto a buscar caras, nombres y eventos a los que se alude en este día. Creía, imprecisamente, que la conmemoración que se hace el 8 de marzo tomó como referente la muerte de 146 mujeres calcinadas en un incendio, por causa de una colilla mal apagada, dentro de un taller en la fábrica llamada The Triangle Shirtwaist en Nueva York.
Entendía, epidérmicamente, que la práctica inhumana de encerrarlas durante la jornada laboral, para evitar robos, causó el holocausto que suponía yo, era el punto de partida para reivindicar las causas distintas y valiosas por las cuales aún alzamos la voz y los brazos.
Y luego me sorprende que, según algunas fuentes, no fueron sólo mujeres las que murieron sino también hombres: 123 y 23 respectivamente; también descubro que la mayoría eran jóvenes inmigrantes de entre 14 y 23 años. Y, para mi perplejidad, tomo nota que suele hacerse alusión a este evento por haber sido una desdicha inconmensurable –que no sucedió un 8 de marzo—sino el 25 del mismo mes de 1911. Al menos, de las cenizas de las víctimas, surgieron reformas laborales y de seguridad en los Estados Unidos.
Entonces, ¿Por qué el 8 de marzo? Algunas versiones apuntan a que, en ese día, en 1857, hubo una movilización, también en Nueva York, de miles de costureras que exigían la mejoría sustancial de sus condiciones laborales y la prohibición del trabajo infantil. La consigna que clamaban era “pan y rosas”, al demandar, no sólo el derecho al sustento básico (el pan) sino también a cosas más finas –como las artes y letras (las rosas). Sin embargo, al meterme al sitio web de la ONU, por dónde tal vez debí haber empezado, me percato de que, no es un día en específico, sino una agrupación de ellos, lo que esta organización tomó como referente para proclamar, finalmente en 1977, que el 8 de marzo de cada año se conmemoraría el Día Internacional de la Mujer.
En suma, lo que la ONU consideró conmemorable fue un movimiento, no un día en particular. Como ven, los hilos que han llevado a este día arman un tejido, rico en texturas, con miríadas de caras, de tantos nombres. La misma ONU afirma que este día “se refiere a las mujeres corrientes como artífices de la historia (…)”
Así, esta pesquisa me ha hecho reflexionar sobre la manera en que la industria energética, así como cualquier otra, suelen conmemorar este día. Cada 8 de marzo, al ver
listados en revistas, de nombres puntuales, frecuentemente ligados al poder y al dinero, tomo consciencia de que, así como es un desatino felicitarnos cada 8 de marzo, tampoco se proclamó para asociarlo con un puñado de sobresalientes, que, al seguir una agenda corporativa, podrían sumar o restar a los derechos de otras mujeres.
¿No dice la ONU que este día se refiere a mujeres corrientes, como artífices de la historia?
La palabra corriente podría sonar mal pero, a mi juicio, es subversivamente rescatable. No entendamos por ella algo bajo, sino percibámosla como un movimiento, impersonal, poderoso y colectivo en donde no importan las caras ni los nombres. Para sacudir la agenda de las mujeres en la energía, como una industria aún dominada por los hombres, es preciso que, más que protagonistas, seamos movimiento, fuerza, muchas corrientes.
Miriam Grunstein
Es consejera principal de energía en Brilliant Energy Consulting. Su consultoría e investigación
se centran en derecho energético, regulación pública, derecho administrativo y transacciones internacionales.
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