
México enfrenta una paradoja energética: contamos con recursos y proyectos estratégicos en desarrollo, pero avanzamos lentamente en el camino hacia una verdadera seguridad energética. La alta dependencia de Estados Unidos, los retos del trilema energético y la necesidad de abrir paradigmas hacia un futuro híbrido entre hidrocarburos y renovables exigen decisiones más rápidas y disruptivas.
El tiempo como factor crítico
Hablar de seguridad energética en México es hablar de tiempo. Como pequeño recordatorio, hoy más del 70% del gas natural que consumimos proviene de Estados Unidos, lo que nos coloca en una situación vulnerable ante eventos climáticos, técnicos o geopolíticos. Las tormentas invernales de Texas de 2021, que interrumpieron el suministro y elevaron los precios a niveles históricos, son una muestra clara de esa fragilidad.
Lo preocupante es la velocidad con la que avanzamos. El país ha puesto en marcha proyectos relevantes en infraestructura y producción, pero la dependencia sigue creciendo y la diversificación avanza a un ritmo insuficiente.
El trilema energético mexicano
El trilema energético, es decir, seguridad, sustentabilidad y asequibilidad, obliga a repensar la estrategia nacional. Hasta ahora, los esfuerzos han estado centrados en fortalecer la producción y refinación de hidrocarburos, con proyectos como la refinería de Dos Bocas o la compra de Deer Park. También se han ampliado gasoductos y se desarrollan terminales de GNL que buscan posicionar a México como plataforma exportadora.
Sin embargo, la seguridad energética no se alcanza únicamente con más gas o más petróleo. Se necesita un mix diversificado y resiliente, donde las renovables, el almacenamiento y la eficiencia energética tengan un papel protagónico. La transición no puede esperar a que logremos independencia de un energético fósil; debe construirse en paralelo
Cambiar paradigmas: avanzar en paralelo
México necesita superar el falso dilema de elegir entre hidrocarburos o renovables. La realidad es que ambas dimensiones deben avanzar simultáneamente. El gas natural es hoy indispensable para la industria y la generación eléctrica, pero, al mismo tiempo, las energías limpias y las nuevas tecnologías (almacenamiento, hidrógeno verde, captura de carbono) deben integrarse para diversificar riesgos y acelerar la reducción de emisiones.
Ejemplos internacionales como España o Alemania demuestran que es posible integrar grandes volúmenes de renovables sin comprometer la confiabilidad, siempre que existan redes inteligentes y mecanismos de respaldo. México puede aprender de estas experiencias para diseñar un sistema híbrido, flexible y competitivo.
Propuestas disruptivas y alcanzables
Para enfrentar este desafío, se requieren decisiones valientes y políticas innovadoras como:
- Crear un Fondo de Seguridad y Transición Energética, con participación público-privada, para financiar infraestructura crítica, almacenamiento y renovables.
- Impulsar almacenamiento estratégico de gas natural, ya sea subterráneo o con GNL, que permita contar con reservas suficientes ante emergencias.
- Acelerar la regulación y permisos de proyectos renovables y de cogeneración, brindando certidumbre a la inversión privada.
- Incentivar tecnologías emergentes, como hidrógeno verde y captura de carbono, integrando a México en cadenas globales de valor.
- Fortalecer alianzas regionales en América del Norte, no solo para importar gas, sino para desarrollar proyectos conjuntos en energía limpia, electromovilidad y manufactura verde
Llamados a la acción
El futuro energético de México no puede seguir atrapado en debates ideológicos ni en planes parciales. La seguridad energética debe asumirse como un objetivo nacional estratégico, que combine independencia, sustentabilidad y competitividad.
Al Gobierno mexicano le corresponde diseñar e implementar una hoja de ruta clara, con visión de largo plazo, que priorice proyectos de almacenamiento, diversificación y transición energética. Es urgente reducir los tiempos regulatorios, dar certidumbre a la inversión y colocar la seguridad energética como política de Estado, no como apuesta sexenal, si no con continuidad.
A la iniciativa privada le corresponde actuar con mayor decisión y coordinación. Es momento de formar alianzas estratégicas, invertir en innovación y trabajar en conjunto con el sector público de manera expedita, priorizando proyectos que generen valor compartido para el país.
El tiempo ya no es un recurso del que dispongamos en abundancia. México tiene la oportunidad de convertirse en un referente regional si apuesta por una estrategia integral que equilibre el trilema energético y se atreva a romper paradigmas. La seguridad energética no puede esperar más: ya vamos tarde, es ahora o nunca.





