El sector de generación eléctrica en México se encuentra en una profunda reconfiguración, impulsada por factores regulatorios, tecnológicos y geopolíticos. El gobierno federal ha delineado una estrategia de fortalecimiento institucional, priorizando a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para asegurar la soberanía energética.
Lejos de interpretarse como una exclusión de la iniciativa privada, este proceso abre espacios complementarios donde el sector empresarial puede aportar experiencia, innovación y soluciones de alto valor, particularmente en áreas como autoconsumo, generación limpia, almacenamiento, eficiencia energética y digitalización de redes.
Empresas con trayectoria global están adaptando sus estrategias ante esta nueva realidad. Algunas han optado por la desinversión de activos y una salida casi definitiva del mercado centralizado, reorientando su estrategia hacia otros mercados internacionales con énfasis en redes inteligentes y renovables. No obstante, en varios casos esta salida no implica un retiro absoluto, sino una reconfiguración vía alianzas estratégicas o participación indirecta, manteniendo una visión de largo plazo sobre el potencial del país.
En contraste, otras compañías están optando por una expansión dinámica, enfocada en cerrar las brechas de infraestructura energética y atender la creciente demanda derivada del nearshoring, la electrificación industrial y la transición energética global. Apoyadas en financiamiento verde, estas empresas apuestan por contratos de compraventa de energía (PPA), tecnologías de almacenamiento y soluciones integradas, con una visión integral que combina eficiencia, sostenibilidad y competitividad.
Este nuevo entorno, representa también una oportunidad histórica para construir un modelo energético más resiliente, equilibrado y pragmático. Si bien el Estado refuerza su papel en la generación base y estratégica, emergen con claridad nichos de colaboración público-privada en la generación distribuida, la eficiencia energética y la gestión inteligente de la demanda, donde el sector privado puede contribuir decisivamente. Los PPA continúan siendo un mecanismo vital para la adquisición de energía renovable y limpia a largo plazo por parte de empresas privadas, especialmente ante la desaparición de subastas y donde la infraestructura pública no logra cubrir la demanda. El almacenamiento de energía, aunque con una regulación aún incipiente, se perfila como una disrupción clave para integrar renovables y mejorar la confiabilidad del sistema.
El panorama energético mexicano exhibe una estrategia híbrida: el Estado fortalece su rol en la generación base, mientras se abren nichos de crecimiento para privados en la generación distribuida, el almacenamiento y la eficiencia energética. La demanda de energía limpia, impulsada por el nearshoring y las metas de descarbonización, incentivará al gobierno a buscar alianzas público-privadas más pragmáticas. La transición energética no puede ser concebida como una dicotomía entre lo público y lo privado, sino como una alianza inteligente que combine visión de Estado con innovación de mercado.
México tiene el talento, los recursos y el momento geopolítico para consolidarse como un referente energético competitivo, sostenible y seguro. Para lograrlo, será indispensable fortalecer la colaboración institucional, diversificar la matriz energética y modernizar la infraestructura con una visión de largo plazo.
La participación ciudadana, empresarial y académica debe ser parte activa en este proceso, exigiendo transparencia, eficiencia e inclusión en las políticas públicas. Solo así podremos construir un sistema energético que no sólo asegure el suministro, sino que también potencie el desarrollo regional, la descarbonización de la industria y el bienestar social.
Hoy más que nunca, la energía debe ser un puente de colaboración y desarrollo, no una frontera de separación.