Mientras las potencias energéticas del mundo reconfiguran rutas, cierran alianzas estratégicas y redoblan inversiones, México permanece al margen, ya que el país no figura en los grandes movimientos que están definiendo el nuevo orden energético internacional, afirmó Ramsés Pech, analista de Caraiva y Asociados.
El experto destaca que México insiste en una política energética centrada en lo público, con mínima inversión en tecnología propia y sin integración efectiva a cadenas globales.
“Si no tienes tecnología propia, estás destinado a tomar las migajas de la mesa energética mundial”, advierte.
Explica que el control de la energía no está en quien la produce, sino en quien puede moverla con seguridad. Ductos, puertos y estrechos marítimos se han vuelto activos geoestratégicos. Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita buscan rutas que eviten zonas de conflicto como el estrecho de Ormuz, mientras Europa se aleja del gas ruso y China asegura combustibles e insumos críticos a través de inversiones multimillonarias.
Explica que en 2025, China y Estados Unidos concentrarán más del 50% de la inversión energética global, alrededor de 1.5 billones de dólares combinados, mientras México apenas compite regionalmente.
“Y mientras el mundo acelera hacia una nueva fase energética, el país sigue apostando por combustibles fósiles sin resolver su rezago tecnológico ni su dependencia fiscal del petróleo”, indica el analista.
La energía, concluye Pech, ya no es un tema técnico o ambiental: es el nuevo eje del poder global. Y México, si no corrige el rumbo, podría quedarse fuera del juego en pleno siglo de la inteligencia artificial, las guerras por minerales estratégicos y la transición energética aún en suspenso.
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