La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, siendo uno de los mayores emisores de CO₂ y consumidores de energía, debilita la solidaridad internacional en la lucha contra el cambio climático, reduce el financiamiento para tecnologías verdes y favorece el uso de combustibles fósiles, lo que puede generar un efecto dominó en otros países. De acuerdo con información difundida por el Departamento de Estado de EU, entre 2021 y 2023 el financiamiento público internacional para el clima por parte de ese país creció de $1,500 millones a $9,500 millones de dólares, un avance significativo que ahora podría estar en riesgo. Según el informe “World Energy Outlook”, de la Agencia Internacional de Energía (AIE), el sector energético, responsable del 85% de las emisiones globales de CO₂, demanda una estrategia global unificada, cuya efectividad se ve comprometida por decisiones como esta.
El impacto no se limita a las cifras, aunque son reveladoras. La incertidumbre generada por esta decisión también influye en las inversiones. Sin el liderazgo estadounidense, la confianza en el avance de energías renovables, electromovilidad y almacenamiento puede verse comprometida. Sin embargo, esta situación también abre la puerta para que otras naciones y empresas asuman un papel más protagónico. La Unión Europea y China, por ejemplo, han incrementado significativamente sus inversiones en energías limpias, como lo demuestra el récord de 425 GW de capacidad solar fotovoltaica instalada en 2023, impulsado por una expansión masiva en China.
México ante el desafío
México, con un alto potencial renovable, enfrenta un dilema estratégico: aunque sus relaciones económicas y energéticas con Estados Unidos podrían influir en su política energética, el país tiene la oportunidad de avanzar hacia un sistema más limpio y resiliente; sin embargo, persisten desafíos estructurales, como el descenso de las energías limpias en la matriz eléctrica al 24.32% en 2023, lejos de la meta del 35% para 2024, lo que subraya la urgencia de fortalecer políticas públicas, incentivos a la inversión en renovables y la modernización de la infraestructura energética.
Las microrredes, por ejemplo, se presentan como una solución estratégica para abordar la falta de infraestructura eléctrica y garantizar un acceso equitativo a la energía, especialmente en comunidades marginadas donde el suministro es inconsistente o inexistente. Al integrar generación distribuida, almacenamiento energético y tecnología inteligente, estas redes pueden suplir las deficiencias de la infraestructura tradicional y democratizar el acceso a la electricidad, reducir costos y aumentar la resiliencia energética.
La respuesta de las empresas de energía limpia
Para las empresas de energía renovable, la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París subraya la importancia de la diversificación y la innovación. Es esencial invertir en tecnologías avanzadas que mejoren la eficiencia y la resiliencia de las soluciones energéticas, como los sistemas de almacenamiento BESS, capaces de estabilizar la variabilidad de las fuentes renovables.
Además, la colaboración internacional y regional es un pilar fundamental. Asociarse con gobiernos y actores clave garantiza la continuidad de los apoyos a las energías limpias y refuerza la competitividad de estas tecnologías frente a los combustibles fósiles. De acuerdo con la AIE, desde 2019 el crecimiento de las energías limpias ha superado al de los combustibles fósiles en una proporción de dos a uno, un testimonio del potencial transformador de estas soluciones.
Ahora, es importante subrayar que la transición energética no puede depender únicamente de los gobiernos o las empresas. La participación de la sociedad también es importante para mantener el impulso hacia un futuro sostenible. La instalación de sistemas solares fotovoltaicos, combinados con soluciones de almacenamiento como los BESS, ofrece, además de independencia energética, importantes ahorros económicos y una mayor resiliencia ante interrupciones en la red.
A nivel industrial, optimizar el consumo energético mediante tecnologías eficientes y sistemas inteligentes maximiza los beneficios de las energías renovables. Además, incentivos como los contratos Power Purchase Agreement (PPA) facilitan el acceso a estas soluciones sin inversión inicial lo que fortalece la adopción de energía limpia en todos los niveles.
A pesar del escenario actual, México está en una buena posición para avanzar en su transición energética. Con metas ambiciosas para 2030, como alcanzar el 45% de generación de energía limpia y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 22%, el país puede convertirse en un modelo de desarrollo sostenible.
La transición energética puede ser un motor de crecimiento económico y justicia social si se combinan esfuerzos internacionales con una visión estratégica nacional, pero esto exige un compromiso firme de gobiernos, empresas y sociedad para superar barreras y aprovechar oportunidades; aunque la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París representa un retroceso, también refuerza la urgencia de redoblar esfuerzos, innovar y colaborar para construir un futuro sostenible y equitativo.