La presidenta Claudia Sheinbaum dio el golpe final a la reforma energética de 2013, después de que Andrés Manuel López Obrador la había dejado agonizante. Con ello, el nuevo Gobierno implementa un modelo que restringe la participación de empresas privadas y devuelve el protagonismo a las empresas estatales, en un aparente regreso al centralismo de los años setenta.
La muerte de la reforma energética impulsada por Enrique Peña Nieto se selló desde la campaña presidencial de 2018, cuando López Obrador prometió revertirla, argumentando que había desmantelado a Petróleos Mexicanos (PEMEX) y a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en favor de compañías privadas.
Dicha amenaza tardó seis años en cumplirse.
“La reforma energética de 2013 tenía como objetivo crear un entorno de competencia equitativa entre todos los actores del mercado. Volver a un modelo que restringe la innovación y la competencia, como en los años 70, no es la solución. México ha cambiado, y el sector energético también. La estatización no ha dado buenos resultados,” opina Mario Zamora Gastélum, diputado del PRI.
En su momento, Enrique Peña Nieto promovió la reforma como la ‘panacea’ para revitalizar el sector, con metas ambiciosas que incluían alcanzar una producción de 3 millones de barriles diarios y atraer inversiones en infraestructura por 3.9 billones de pesos. De este monto, 2.8 billones provendrían del Gobierno de la República y 1.1 billones de fuentes privadas, para el periodo 2013-2018.
El modelo de apertura del mercado permitiría…
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