La renegociación del T-MEC, o lo que sus aliados denominan la “actualización” del acuerdo, será más que una revisión técnica el próximo año, pues todo apunta a una reconfiguración profunda que podría alterar vínculos comerciales, ya que estarán en juego temas como las reglas de origen, los obstáculos al comercio y la dificultad de realizar inversiones en materia energética, así como la certidumbre jurídica, coinciden expertos consultados por Energy21.
La magnitud del acuerdo revela que en 2024 el intercambio bilateral de México con Estados Unidos superó los 839 mil 892 millones de dólares, según datos del Gobierno estadounidense, consolidando a México como el principal socio comercial de Washington, por encima de Canadá y China.
Ese volumen no sólo representa cifras macroeconómicas, sino miles de empresas, empleos, cadenas productivas, capital extranjero y megaproyectos de infraestructura, muchos en el sector energético y manufacturero, que dependen de la certeza jurídica y de reglas claras de comercio e inversión.
De la integración regional a la negociación bilateral
Para Jorge Molina Larrondo, especialista en políticas públicas y comercio internacional, la renegociación se plantea bajo una lógica distinta, pues ya no se percibe un bloque regional, sino una colección de intereses nacionales, especialmente de Estados Unidos, con prioridad en la seguridad económica y energética.
Según su diagnóstico, Washington impulsa un doble esquema, el de mantener los capítulos tradicionales del T-MEC bajo negociación trilateral como origen, comercio, aranceles, normas sanitarias, mientras reserva para acuerdos bilaterales los capítulos más sensibles como energía, minerales estratégicos, como el litio, regulación de sectores clave y apertura para inversiones de su propio país.
“Con Trump no se negocia con racionalidad, se negocia con un extorsionador”, advierte. Esa posibilidad, afirma, pone en riesgo la continuidad normativa para sectores energéticos y estratégicos, e incrementa el poder de negociación de Estados Unidos.
En el caso de México, este giro implicaría renegociar de facto no sólo tarifas comerciales, sino también su política energética, leyes regulatorias, reglas de contenido nacional e inversiones de riesgo.
Si bien el país cuenta con ventajas, como la reserva de litio, cercanía geográfica, integración industrial, la disputa por regulaciones, autonomía regulatoria y reglas de origen podría poner en jaque buenos proyectos ya establecidos y futuros, advierte el experto.
Cuidar inversiones, la alternativa para mitigar el riesgo
Arturo Carranza, director de proyectos de energía en Akza Advisors, opina que muchas de las quejas de empresas estadounidenses, sobre la regulación energética mexicana o monopolios estatales, aún no han sido elevadas formalmente ante las mesas de renegociación. Eso permitiría, dice, negociar sin romper relaciones.
De hecho, explica, Washington ha manifestado interés en promover asociaciones entre empresas estadounidenses y las compañías estatales mexicanas como PEMEX y CFE, para desarrollar proyectos en México.
Esa ruta híbrida que combina el capital privado extranjero y proveedores públicos nacionales, podría suavizar tensiones regulatorias y ofrecer certezas de inversión, siempre que se ajusten las reglas de operación, contenido nacional y gobierno corporativo.
Carranza concluye que la integración energética bilateral es demasiado grande como para permitir rupturas severas, y que si hay voluntad para discutir, la negociación puede avanzar.
“Si no hay reglas claras, las incertidumbres harán que muchos proyectos queden en pausa”, advierte.
El costo de la incertidumbre
Larry Rubin, presidente de la American Society of Mexico, menciona que buena parte de la inversión esperada en México, especialmente en energía, manufactura y tecnologías limpias, permanece en suspenso hasta que se despeje el futuro del tratado.
“Un gran número de empresas hoy está esperando la renegociación para entrar a México”, afirma.
Rubin estima que si el T-MEC se ratifica sin sobresaltos, podríamos ver un salto de inversión en la segunda mitad del próximo año, con efectos positivos sobre crecimiento, empleo y encadenamientos productivos.
Pero advierte que sin certezas, esos capitales no se moverán, y muchas decisiones estratégicas en infraestructura, energía, tecnología, se quedarán congeladas, afectando no solo la producción, sino la planificación y la generación de empleos de calidad.
Energía, litio, reglas y futuro, en juego
La renegociación del T-MEC pone en la mesa aspectos claves del desarrollo económico de México, como los energéticos y minerales estratégicos, la regulación y autonomía, la inversión extranjera directa. y la cadena de valor regional.
Tan solo en 2024, México suministró a Estados Unidos aproximadamente 506 mil millones de dólares en bienes. Al mismo tiempo, México recibe maquinaria, componentes y productos energéticos esenciales para su industria.
Alterar ese equilibrio no solo diminuye exportaciones e importaciones, sino que puede desarticular cadenas productivas completas, coinciden los expertos.
Para México, el reto ya no es solo defender reglas actuales, sino garantizar certidumbre, autonomía regulatoria y mecanismos claros que atraigan inversión privada y extranjera. Si lo logra, el país podrá seguir capitalizando su ventaja competitiva, su cercanía geográfica y su integración industrial. Si no, corre el riesgo de perder mercado, y no solo en volumen comercial, sino en industrias completas que dependen del acuerdo, añade Jorge Molina.
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