El sistema energético mundial enfrenta una combinación inédita de presiones con riesgos crecientes para la seguridad del suministro, tensiones en las cadenas de minerales críticos y una transformación acelerada hacia tecnologías eléctricas.
Así lo expone la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) en la edición 2025 de su World Energy Outlook, el informe anual más influyente del sector.
De acuerdo con la IEA, el escenario energético global está entrando en “una era de compensaciones complejas”, en la que las decisiones de política pública e inversión determinarán tanto la seguridad energética como la asequibilidad y el cumplimiento de objetivos climáticos.
El análisis se desarrolla bajo tres escenarios que proyectan futuros distintos, pero con tendencias comunes ineludibles.
Uno de los principales hallazgos es el cambio en el “centro de gravedad energético”. Las economías emergentes, lideradas por India y el Sudeste Asiático, junto con países de Oriente Medio, África y América Latina, tomarán un papel dominante en la demanda y configuración de los mercados energéticos durante los próximos años.
Este desplazamiento implica nuevas rutas de inversión, cambios en los flujos comerciales y un ajuste profundo en la oferta global de combustibles y tecnologías limpias.
La seguridad energética vuelve a ocupar un lugar prioritario. A los tradicionales riesgos geopolíticos del petróleo y el gas se suma ahora la concentración geográfica de minerales críticos, como litio, cobalto o tierras raras, indispensables para paneles solares, baterías y redes eléctricas.
La IEA advierte que esta dependencia de pocos proveedores incrementa la vulnerabilidad del sistema energético, en un contexto en el que también crecen amenazas por ciberataques y por infraestructura expuesta a fenómenos climáticos extremos.
El informe concluye que “la era de la electricidad ya llegó”. La demanda eléctrica crecerá mucho más rápido que el consumo total de energía en todos los escenarios. Esto obliga a acelerar inversiones en redes, almacenamiento y sistemas capaces de dar flexibilidad a las economías.
Para la IEA, la velocidad en el despliegue de esa infraestructura será decisiva, pues un retraso en redes y baterías podría generar nuevos cuellos de botella, incluso si avanza la generación renovable.
La energía solar fotovoltaica es, y seguirá siendo, la tecnología eléctrica de más rápido crecimiento en el planeta. La mayor parte del aumento en la demanda energética de la próxima década provendrá de países con recursos solares abundantes, lo que podría reordenar las posiciones geopolíticas de productores tradicionales de energía.
Pese al contexto de incertidumbre y mayores riesgos, la IEA afirma que existen rutas viables para cumplir con los objetivos climáticos. El reporte incluye una vía específica para lograr acceso universal a la electricidad en 2035 y acceso universal a cocina limpia para 2040, dos metas cruciales para el desarrollo humano.
Sin embargo, advierte que el sector energético deberá prepararse para operar en un entorno marcado por temperaturas más extremas, con impactos crecientes sobre redes, infraestructura y demanda.
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